Así Empezó Todo

Cuando era pequeño conocí la cerámica en mi escuela primaria. Corrían los años sesenta cuando mi primer profesor, Pérez Esquivel —futuro Premio Nobel de la Paz— dictaba clases en la escuela a la que asistía. Fue allí donde tuve mi primer contacto con la arcilla, y donde nació en mí un profundo deseo de trabajar modelando el barro.

Con el paso de los años, mi formación académica y profesional me mantuvo en contacto, aunque de manera tangencial, con las artes plásticas, incluida la cerámica.

Fue en 1982, en la ciudad de Río Gallegos, en la Patagonia Argentina, cuando un compañero de trabajo y amigo me introdujo definitivamente en el mundo de la cerámica. Sin mezquindad alguna, me compartió todo su conocimiento y me inspiró a desarrollarme como un artesano "todo terreno". Ese amigo y maestro es Jorge Trabanco, quien sigue siendo, hasta hoy, mi mentor.

En 2015, viviendo en Entre Ríos, logré construir mi primer pequeño taller de cerámica. Partí de un horno a gas de fabricación propia y un torno rudimentario que, lejos de facilitar el trabajo, me exigió aprender con perseverancia y paciencia.

En 2017 regresamos a la Patagonia, estableciéndonos en Bariloche. Allí conseguí construir un torno eléctrico que respondió a nuestras necesidades y me permitió continuar desarrollando mi trabajo con mayor solidez.

A lo largo de este camino, la cerámica se convirtió en un proyecto familiar. Junto a Claudia, mi compañera de vida, y nuestros hijos, nos volcamos de lleno a la creación artesanal, disfrutando de dar forma a la materia con las manos. Madera, arcilla, telas... todo nos inspira y nos impulsa a crear.

En 2024 logramos construir dos hornos —uno a gas y otro eléctrico— con mayor capacidad, lo que nos permite una producción más amplia y versátil. La combinación de cerámica y madera en nuestro trabajo renueva nuestro compromiso con la originalidad y el diseño, manteniendo siempre el espíritu de artesanos "todo terreno".

Este es mi camino en la cerámica. —Guillermo.